PRESENTACIÓN
La
atención centrada en la persona considera a las familias de las personas
mayores como “aliadas” indispensables en el cuidado profesional. Cuando
la persona se va a vivir a una residencia, la familia
debe tener la opción de seguir estando cerca y cuidando, siempre que la persona
mayor así lo desee. La relación y colaboración que se construya, depende en
gran medida, del modo en que desde el centro se ve y se acoge a las familias.
En
esta entrada Eloy Ortiz, médico y director de la Residencia Sierra del Cuera
(Posada de Llanes, Asturias), comparte su dilatada experiencia en el ámbito
residencial destacando algunos aspectos clave para conseguir una buena
cooperación centro-familia. Eloy ha compaginado su labor gerencial y asistencial
con una importante formación humanística. Es máster en gerontología, máster en atención
integral y centrada en la persona y especialista
universitario en humanización de la salud.
Muchísimas
gracias Eloy por tu presencia en este blog y especialmente por demostrarnos en
el día a día que el camino de la atención centrada en la persona es posible en un entorno residencial. Gracias por tu
honestidad, por tu buen hacer y por tu gran compromiso. Gracias por demostrar
que el camino hacia la ACP no solo genera bienestar a las personas mayores,
sino también a las familias y a los profesionales. Bienvenido a este espacio,
es un gran privilegio contar con tus aportaciones.
La familia en la residencia
Por Eloy Ortiz, médico y director de la
Residencia Sierra del Cuera
Un referente típico de la deficitaria
cultura gerontológica se plasma en el pensamiento de que con la
institucionalización la familia deja de ser primordial. Sin embargo, es
necesario que frente a este posicionamiento, se desarrollen procedimientos que
sean capaces de visibilizar la importancia de la familia en la residencia. Es
obvio, que frente a actitudes que ignoran a la familia del residente, se
contrapongan posturas integradoras en la que ésta sea considerada como un
recurso insustituible.
Los
modelos de Atención Centrada en la Persona defienden que las familias deben ser
los grandes “aliados” en el cuidado, sin que por ello la persona mayor pierda
su papel de agente principal y, con ello, se vea mermada su autonomía. Objetivo que no siempre resulta
fácil ya que partimos de una cultura paternalista hacia las personas mayores
donde tanto profesionales como familias tendemos a decidir por el bien de ellas pero sin ellas.
No
podemos ni debemos abstraernos a la idea de que los cambios en uno de sus
miembros van a conmover toda la estructura familiar. Es por este motivo, que
debemos partir del conocimiento no sólo de la persona mayor, sino también de su
núcleo familiar. Constantemente se alude a la repercusión que la personalización
de la atención tiene para el bienestar de la persona mayor, pero a esta
condición se le deben superponer las peculiaridades y características propias
de cada uno de los integrantes del grupo familiar.
La
institucionalización acarrea intrínsecamente toda una serie de sensaciones
consustanciales en el devenir de la familia en el centro. Así, nos encontramos
habitualmente con sentimientos de culpa, tristeza, aprensión, duda, recelo y
ambivalencia. Estos efectos van a mudar a lo largo del tiempo, en relación a
tres factores íntimamente imbricados. En primer lugar, y preferentemente, por
la información que su pariente les hace llegar sobre su percepción
intrapsíquica de satisfacción o insatisfacción; en segundo lugar, por la
interiorización que la familia experimenta con la nueva situación y, por
último, por la transparencia y las expectativas que se suscitan en el ambiente
residencial. Es pues necesario estar atentos a las necesidades y demandas de
cada familiar, para así poder prestar todo nuestro apoyo y colaboración. En
definitiva, deberemos facilitar la expresión de afectos y crear un clima de
comunicación fluido y sincero entre el residente, la familia y los
profesionales. Es decir, el objetivo ha de ser que el sistema familiar
interaccione con el institucional desde la colaboración y la participación.
Está
suficientemente demostrado que los vínculos familiares moderan la
vulnerabilidad de la persona mayor frente a las diferentes situaciones
estresantes que tienen lugar en su vida. Incluso algunos autores aseguran que
la cantidad y calidad de los contactos disminuyen la morbi-mortalidad (Gallo,
J. 2002). En este sentido, nuestra experiencia nos dicta que en los residentes
que reciben visitas frecuentes, disminuyen notablemente los desajustes afectivos.
Es pues evidente, que la familia adquiere una importancia capital y, no solo
para evitar las pérdidas vinculares que se pueden producir en la persona mayor
cuando ésta no siente la proximidad de sus parientes, sino también, porque la
familia ha de ser objeto de intervención para lograr su integración. Por ello,
desde la residencia tendremos que desculpabilizar, formar, capacitar y motivar,
para lo cual será requisito imprescindible implantar canales abiertos de
comunicación para ofrecer espacios de diálogo abierto y sincero.
A
parte de otras consideraciones, desde un posicionamiento estrictamente
gerontológico, el papel de la familia en la residencia ha de ser valorado como
principal e insustituible. En ocasiones, se sobreentiende que cuando la persona
mayor decide ir a vivir a la residencia, la familia pierde importancia en el
cuidado. Todo lo contrario, lo único que cambia es la manera de afrontarlo. De
esta manera, nuestra opinión forjada en la experiencia en la atención a las
personas mayores que viven en el ámbito residencial, nos demuestra día a día
que por encima de cualquier otra consideración, lo realmente definitorio para
la adaptación y la plena realización de la persona es el mantenimiento y
fortalecimiento de las relaciones familiares. Desde luego, la residencia no
debe pretender jamás suplantar a la familia. Al contrario, se han de
complementar en el cuidado, respetando sus opiniones y estableciendo, como ya
he mencionado, una comunicación sincera, “auténtica”, para ir disipando
progresivamente la inseguridad familiar, y para que también se vayan
difuminando los prejuicios institucionales hacia el contexto familiar.
Elaboración del plan de atención y vida entre residente, familia, gerocultora de referencia y psicólogo en la Residencia Sierra del Cuera. |
Existen
opiniones que partiendo de la imperiosa necesidad de desarrollar programas de
intervención con las familias, conceptúan como ineludible “parcelar” los
cuidados, distribuyendo responsabilidades. Es decir, los acuerdos, cuando son
posibles, establecen y asignan unas determinadas funciones a la residencia y
otras a la familia. Mi opinión, es que esta fragmentación de competencias no me
parece la más idónea para poder alcanzar una atención integradora. Pienso que,
evidentemente, existen áreas en las que la entidad familiar va a ser más apta
para resolver determinadas inquietudes, y que en otras cuestiones, será la
institución quien pueda solventarlas de forma más resolutiva. Pero solo desde
la mutua ayuda se puede ofrecer bienestar a la persona mayor y mejora continua
en el modelo de atención y las relaciones.
Desde
estos razonamientos se atisba la reivindicación de que efectivamente, de
distintas maneras, pero de forma conjunta y sinérgica, las instituciones
familiar y residencial ofrezcan al residente escucha, cariño e interés por su
realidad (apoyo emocional), ayuda material (apoyo instrumental), además de
favorecer por todos los cauces posibles la continuidad de las relaciones con el
exterior (apoyo relacional-informacional).
Finalmente,
creo que las residencias de personas mayores, partiendo del análisis de los
sentimientos, las necesidades y las expectativas del núcleo familiar, han de
desarrollar las estrategias precisas para poner a su disposición los medios
necesarios de ayuda, colaboración y asesoramiento para conseguir su plena
integración, a través de la cual, el entorno familiar sentirá paz y sosiego
interior, permitiéndole de esta manera seguir sintiéndose importante. Por lo
tanto, “abracemos” la singularidad de cada familia considerando que sus
aspiraciones y requerimientos van a ser diferentes a lo largo de su estancia en
la residencia. No debemos olvidar que el proceso de acomodación de la familia
nunca concluye. En una organización que busque el bienestar de las personas no
existen puntos finales.