Este blog cumple su primer año. Quiero agradecer todas las
visitas realizadas y especialmente los comentarios recibidos. Creo que es
un buen momento para abrir este espacio a nuevas firmas que, sin lugar a dudas, enriquecerán este espacio.
Inaugura estas colaboraciones Feliciano Villar, profesor de la Universidad de Barcelona, quien lidera
desde hace años una interesantísima línea de investigación sobre la sexualidad en
personas mayores que viven en residencias. La sexualidad, aspecto fundamental
en el desarrollo y bienestar de las personas, es un tema que tiende a ser ignorado en la vejez y, sobremanera, en los recursos
residenciales. Incluso en las
aportaciones procedentes del enfoque Atención Centrada en la Persona, hemos de
reconocer que esta importante dimensión humana ha recibido una escasa atención.
Muchas gracias Feliciano, por tu trabajo, por tu interés y
por acercarte a La atención centrada en
la persona, un camino por recorrer, permitiéndonos compartir tus
reflexiones y conocimientos. Es un enorme privilegio tenerte aquí.
La sexualidad en entornos residenciales: una cuestión de derechos y calidad de vida
Por Feliciano Villar, Universidad de Barcelona
Al menos desde la adolescencia, la sexualidad es una dimensión muy importante de la vida, una fuente de placer, un espacio de comunicación e intimidad y un factor importante que influye en nuestro bienestar personal.
Sin embargo, entre los prejuicios que tradicionalmente se
han atribuido a la vejez y a los mayores, contamos con algunos referidos a su
sexualidad. De acuerdo con estos estereotipos, la vejez es una etapa asexual,
en la que la persona pierde la capacidad e incluso el interés en el sexo. Incluso
cuando algunas personas mayores muestran abiertamente este tipo de intereses la
tendencia es a pensar que es algo no apropiado o moralmente reprobable (¿por
qué existen si no los ‘viejos verdes’, pero no los ‘jóvenes verdes’?).
Los resultados de los estudios realizados en este ámbito
desmienten estos prejuicios. Aunque la práctica sexual disminuye con la edad,
una mayoría de mayores continúa disfrutando de su sexualidad hasta edades muy
avanzadas. Además, se ha de tener en cuenta que el sexo no se remite
únicamente al coito, sino que existen otras prácticas (masturbación, besos,
caricias, etc.) que pueden tener un papel importante en la vejez, como también
lo tienen en otros momentos de la vida. La presencia cada vez de manera más
abierta de la sexualidad en la vejez probablemente se incrementará en las
próximas generaciones, en las que la educación y los valores en relación al
sexo ya fueron mucho menos restrictivos.
Pese a ello, hay situaciones en las que la práctica de la sexualidad, o incluso el reconocimiento de los derechos sexuales de los mayores, se encuentran particularmente en entredicho. Una de ellas es la institucionalización, es decir, los mayores que viven en entornos residenciales. En estos casos, los impedimentos que los mayores encuentran para expresarse sexualmente, si así lo desean, son muy numerosos.
Barreras a la sexualidad de los mayores
institucionalizados
Algunas barreras con las que se encuentran los mayores que
viven en residencia para expresar intereses y comportamientos sexuales tienen
que ver con el propio diseño y organización de las residencias de personas
mayores. Todavía hoy, las instalaciones con las que contamos tienen mucho de
hospital, donde la norma son los pasillos largos y amplios para acceder
rápidamente a las habitaciones, o las habitaciones compartidas, sin una
adecuada privacidad y sin mecanismos para regular el acceso (pestillos, cartelitos de ‘no molesten’) que dependan del usuario.
Los mayores que viven en
estas instituciones pasar la mayor parte del tiempo en zonas comunes,
supervisados por profesionales y siguiendo muchas veces unos horarios y
actividades estandarizados. En este tipo de contexto, continuar con la práctica
sexual que uno desea, y que quizá únicamente supone continuar lo que ya se
hacía antes del ingreso, es francamente difícil.
Pero además de estas cuestiones de diseño y organización,
las actitudes ante la sexualidad en la residencia también tienden a
restringirla. Por una parte, las actitudes de los profesionales, quienes pueden
ver en la expresión sexual de los mayores un problema que complica su trabajo y
les provoca incomodidad (y por ello es mejor que no aparezca), o un motivo de
burla o de cotilleo con los compañeros, sin respetar la intimidad de la persona
mayor.
Actitudes también de la familia, para quienes en ocasiones
no resulta fácil aceptar que su padre o madre, por ejemplo, puede seguir
teniendo una vida sexual activa y que tiene derecho a ello. A veces, además,
los profesionales trasladan a la familia situaciones que quizá pertenecen
exclusivamente a la intimidad del residente, y las familias se atribuyen
decisiones para las que se debería contar con la persona afectada.
Por último, también es necesario reconocer que las actitudes
de los propios residentes tampoco siempre son siempre favorables cuando
descubren o intuyen que un compañero o compañera expresa interés o
comportamientos sexuales. El temor al qué dirán, o la presencia de prejuicios
muy arraigados entre las actuales generaciones de mayores no ayuda a normalizar
ese tipo de intereses y comportamientos.
Estas dificultades para seguir mostrando de modo natural una dimensión humana fundamental en ocasiones llegan claramente a una violación de los derechos de la persona. Estos casos son particularmente frecuentes para ciertos colectivos de personas mayores institucionalizadas. Estamos hablando, por ejemplo, de los mayores homosexuales, gays y lesbianas, que en muchas ocasiones no tienen sólo que renunciar a su sexualidad, sino incluso han de ‘volver al armario’ cuando ingresan en una residencia, y ocultar su identidad sexual por temor a ser rechazados o estigmatizados.
También supone un desafío la sexualidad de las personas con
demencia. Algunas de ellas pueden mostrar comportamientos desinhibidos en
relación al sexo, y determinar hasta qué punto la persona consiente o si hay
riesgo de abuso, es complejo. Implica, además, ciertos problemas éticos cuya
solución no debería ser, por defecto, restringir o impedir la expresión sexual
y los derechos sexuales de estas personas simplemente en previsión de que
pudiera haber algún problema.
¿Qué podemos hacer?
Como podemos observar, hay mucho que hacer todavía en
relación a este tipo de situaciones. Quizá en primer lugar debemos reconocer
que la sexualidad no sólo está presente en muchas de las personas que viven en
entornos residenciales, sino que es un derecho que no se pierde al entrar en
una residencia.
Pero además de esto, a nuestro juicio existen al menos dos tipos de medidas deberían tomarse para tratar esta cuestión. En primer lugar, formar mejor a los profesionales en cuestiones relacionadas con la sexualidad en la vejez, y con la sexualidad en entornos residenciales en particular, es fundamental. Hemos de tener en cuenta que son los profesionales (dirección, equipo técnico, auxiliares, etc.) quienes están en contacto directo con los mayores y deben asesorarles y apoyarles en relación con su sexualidad. Son ellos quienes, en último término, van a garantizar los derechos sexuales de los residentes. En segundo lugar, esta labor de los profesionales debe tener lugar en un entorno institucional adecuado. Así, hemos de avanzar hacia la presencia de políticas y regulaciones, por parte de la dirección de las residencias y de las instancias que las supervisan, que explícitamente recojan medidas para formar, informar, garantizar y promover los derechos sexuales de los residentes, así como la aceptación de la diversidad sexual dentro de las residencia, dentro de un contexto de respeto mutuo y convivencia.
Reconocer la importancia de la sexualidad para las personas mayores que viven en residencia no es más que un elemento a incorporar en la atención centrada en la persona, con lo que supone de mejora en la calidad del cuidado y en promoción de una dimensión de la calidad de vida, la sexualidad,de la que frecuentemente nos olvidamos en la vejez.
Para saber más
Por desgracia, los estudios sobre la sexualidad de los
mayores institucionalizados son muy escasos. Además del interés y relevancia
del tema, esta fue una de las motivaciones de nuestro grupo de investigación en
la Universidad de Barcelona para iniciar una línea de investigación en este
sentido.
En español, el lector interesado puede profundizar en el
tema a partir de las siguientes referencias:
- Villar, F., Triadó, C., Celdrán, C. y Fabà, J. (2012). Sexualidad y personas mayores institucionalizadas: La perspectiva del residente y la perspectiva del profesional. Informe para el IMSERSO, proyecto de investigación 25/11.
- Villar, F., Celdrán, M., Fabà, J. y Serrat, R. (2014). Regulación de la expresión sexual de los mayores ingresados en residencias. La visión de los profesionales. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 49(6), 272-278.
- Villar, F., Celdrán, M., Fabà, J. y Serrat, R. (2014). Staff attitudes towards sexual relationships among institutionalized people with dementia: Does an extreme cautionary stance predominate? International Psychogeriatrics, 26, 406-412.
- Villar, F., Celdrán, M., Fabà, J. y Serrat, R. (2014). Barriers to sexual expression in residential aged care facilities: Comparison of staff and residents’ views. Journal of AdvancedNursing, 70(11), 2518-2527.
En nuestro país, el tema de la sexualidad en la vejez
también ha sido tratado por Félix López, profesor de la Universidad de
Salamanca:
- López, F. y Olazábal, J.C. (2005). Sexualidad en la vejez. Madrid: Pirámide.