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14 de febrero de 2015

Avanzar hacia la Atención Centrada en la Persona desde el conocimiento. Por Teresa Martínez






Me gusta mucho, y por esto suelo repetir, la frase de Susan Misiorki  (Pioneer Network) cuando acertadamente advierte que la “Atención centrada en la persona no es un destino, es un viaje que no tiene fin”.
Un viaje en el que algunos servicios gerontológicos españoles están ahora embarcando. Una transformación cultural y organizacional que, sin estar exenta de dificultades y riesgos, es posible y se está mostrando como beneficiosa no sólo  para las personas usuarias, sino también para los profesionales y para las propias organizaciones. Además, como algunos dicen (yo me sumo a esta opinión), abre “un camino sin retorno” porque propone lo que muchas personas querríamos para nosotros mismos en caso de precisar cuidados: no perder el control de nuestra vida cotidiana, poder seguir tomando nuestras propias decisiones y llevar una vida, dentro de lo posible, acorde a nuestros gustos y deseos.


Es justo reconocer el recorrido y la mejora que los servicios gerontológicos españoles han experimentado en estas dos últimas décadas. La profesionalización ha ido tomando fuerza y esto ha supuesto una mejora en las condiciones materiales y técnicas que son básicas e indispensables para ofrecer una atención de calidad a las personas. Ello ha sido posible gracias al gran esfuerzo realizado tanto por parte de las administraciones públicas como del sector privado, y sobre todo, por parte de los y las responsables de los servicios y profesionales.

Los modelos inspirados desde el enfoque de la atención centrada en la persona no pretenden tirar por la borda todo lo que hemos avanzado ni quitar valor al  conocimiento adquirido en el sector gerontológico sino más bien todo lo contrario: identificar los logros conseguidos a lo largo de estos años y armonizarlos con una parte nuclear de lo que debe definir la calidad de los servicios de atención social y que había quedado algo desdibujada: buscar el bienestar de las personas permitiendo que éstas puedan ejercer control sobre su atención y  vida cotidiana.

En el campo de la atención sanitaria la ACP (también denominada atención centrada en el paciente)  es objeto de un alto interés desde hace ya varias décadas y distintas revisiones sobre su concepto, aplicación y evidencias han sido publicadas (Ducan, 2011; IAPO, 2007; NARI, 2006; National Voices, 2014; Price, 2006). Diversos organismos oficiales internacionales han considerado este enfoque como un eje fundamental en la calidad de los servicios de salud. The United States Agency for International Development (USAID) define el enfoque PCC (Patient-centered care) como “un enfoque en la atención que conscientemente adopta la perspectiva del paciente. Esta perspectiva se caracteriza  por dimensiones como el respeto a los valores del paciente, a sus preferencias y necesidades expresadas, así como por la coordinación e integración de la atención, la información, la comunicación y educación, el confort físico, el apoyo emocional y el alivio del miedo y ansiedad, la implicación de la familia y amigos, o la transición y la continuidad” (citado en  Harkness, 2005). Por su parte, The Institut of Medicine (IOM), prestigioso organismo oficial norteamericano,  señaló hace algo más de una década el  enfoque Patient-Centered Care  como uno de los  elementos críticos en la redefinición del sistema de salud para la mejora de su calidad (IOM, 2001). Del mismo modo  el  Nacional Institute Research Ageing (NARI) de Australia ha enunciado diversos  principios rectores de la ACP aplicada en salud como enfoque clave para la mejora de la atención de las personas mayores (NARI, 2003, 2007). Diferentes gobiernos, entre los que cabe destacar las iniciativas británica y australiana,  han destacado la  ACP como una de sus líneas estrategias de mejora de sus políticas sociales y sanitarias.

En cuanto a lo que atañe a los servicios residenciales,  distintos países desarrollados (EEUU, Canadá, Reino Unido, Países Nórdicos, Australia, Holanda, Alemania, etc.) han apostado por ir transformando las tradicionales residencias de marcado carácter hospitalario e institucional hacia modelos de cuidados profesionales más “hogareños” afines al enfoque ACP con el objetivo de proporcionar cuidados de calidad en entornos domésticos donde las personas pudieran tener un mayor control sobre su vida cotidiana.

Si consideramos que este enfoque y los modelos que lo conceptualizan son adecuados para mejorar la calidad asistencial de los servicios de cuidados a las personas mayores en nuestro país, aunque efectivamente sea un proceso largo y complejo, hemos de “creernos” que el  progreso hacia la ACP es posible. La creencia de que la transformación es posible debe ir, evidentemente, acompañada de otras condiciones: una programación realista y, por tanto, adaptada a la cultura y posibilidades de los diferentes lugares y servicios; la capacitación, cualificación y puesta en valor de los  profesionales del sector,  el  rigor en el diseño del cambio y la evaluación de las aplicaciones. Sólo así este viaje de transformación  irá tomando forma y presencia en nuestro país y se irá generando conocimiento propio, procedente de nuestro contexto y realidad, como ya ha sucedido en otros lugares, mostrando que todo esto no es una cábala, una profecía, un espejismo, una utopía… Es algo posible, si realmente se cree en ello y se hacen las cosas bien.

La ACP es un eje de la calidad asistencial internacionalmente reconocido que, frente a la búsqueda de la eficiencia organizativa y al rigor técnico, había quedado desdibujado o simplemente venía siendo ignorado. Es responsabilidad de todos/as avanzar por este camino y contribuir a que el progreso sea  posible,  auténtico (no desvirtuado) y esté bien fundamentado, sin por ello dejar de reconocer las dificultades que esta transformación en la cultura asistencial/organizativa conlleva. Es tarea de muchos agentes (responsables públicos, movimiento asociativo de personas mayores, sector privado de servicios, consultores/formadores, profesionales, expertos/as, investigadores) consolidar este cambio cultural y contribuir a que unos servicios que en la actualidad pueden ser considerados aceptables, en algunos casos buenos, se conviertan en excelentes, y sobre todo, en lugares deseables y amigables para las personas (personas usuarias, familias y profesionales) que allí conviven compartiendo mucho tiempo de sus valiosas vidas.


3 comentarios:

Fundación Alicia y Guillermo dijo...

Desde la Fundación Alicia y Guillermo queremos colaborar a la creaciòn de centros asistenciales que tengan como misión preservar la autonomía y el derecho a la privacidad de las personas mayores en un entorno de cuidados y atenciones adaptadas a las necesidades de cada individuo, respetando la individualidad y el derecho a decidir

Clarisa Ramos Feijoo dijo...

Excelente entrada Teresa, además de los aportes que haces en el tema de salud, yo incorporo el enfoque de la salutogénesis que va muy en la línea de la atención centrada en la persona. Pero creo que lo más difícil sigue siendo el cambio de "chip" que todo el sistema debe hacer. No se trata solo de las personas, sus familias, los equipos profesionales... es un cambio profundo de enfoque... en ese viaje estamos!!!

Silvia Barreto Cruz dijo...

Teresa, comparto tu enfoque e inquietudes. Creo en la atención centrada en la persona como llave para que los profesionales sanitarios podamos establecer una relación de ayuda efectiva. Como médico de familia, trabajo en asistencia y también tengo la oportunidad de colaborar como docente, tratando de enseñar esta visión. Uno de los aspectos más positivos, es comprobar cómo los residentes de familia (médicos y enfermeros), visualizan el cambio que experimentan cuando añaden elementos como exploración de la vivencia, el contexto, la toma de decisiones compartida, a su conocimiento previo de la evidencia o lo que "recomienda la guía". Espero y animo a que sigamos construyendo esta forma de ayudar a las personas desde nuestra profesión, si bien sería útil que los gestores y diseñadores de los sistemas sanitarios y educativos comprendan la necesidad de ese cambio en la atención. Un abrazo.