Me
gusta mucho, y por esto suelo repetir, la frase de Susan Misiorki (Pioneer Network) cuando acertadamente advierte que la
“Atención centrada en la persona no es un destino, es un viaje que no tiene
fin”.
Un
viaje en el que algunos servicios gerontológicos españoles están ahora
embarcando. Una transformación cultural y organizacional que, sin estar exenta
de dificultades y riesgos, es posible y se está mostrando como beneficiosa no
sólo para las personas usuarias, sino
también para los profesionales y para las propias organizaciones. Además, como
algunos dicen (yo me sumo a esta opinión), abre “un camino sin retorno” porque
propone lo que muchas personas querríamos para nosotros mismos en caso de
precisar cuidados: no perder el control de nuestra vida cotidiana, poder seguir
tomando nuestras propias decisiones y llevar una vida, dentro de lo posible,
acorde a nuestros gustos y deseos.
Es justo reconocer el recorrido y la mejora que los servicios gerontológicos españoles han experimentado en estas dos últimas décadas. La profesionalización ha ido tomando fuerza y esto ha supuesto una mejora en las condiciones materiales y técnicas que son básicas e indispensables para ofrecer una atención de calidad a las personas. Ello ha sido posible gracias al gran esfuerzo realizado tanto por parte de las administraciones públicas como del sector privado, y sobre todo, por parte de los y las responsables de los servicios y profesionales.
Los
modelos inspirados desde el enfoque de la atención centrada en la persona no
pretenden tirar por la borda todo lo que hemos avanzado ni quitar valor al conocimiento adquirido en el sector
gerontológico sino más bien todo lo contrario: identificar los logros
conseguidos a lo largo de estos años y armonizarlos con una parte nuclear de lo
que debe definir la calidad de los servicios de atención social y que había
quedado algo desdibujada: buscar el bienestar de las personas permitiendo que
éstas puedan ejercer control sobre su atención y vida cotidiana.
En
el campo de la atención sanitaria la ACP (también denominada atención centrada
en el paciente) es objeto de un alto
interés desde hace ya varias décadas y distintas revisiones sobre su concepto,
aplicación y evidencias han sido publicadas (Ducan, 2011; IAPO, 2007; NARI,
2006; National
Voices,
2014; Price, 2006). Diversos organismos oficiales internacionales han
considerado este enfoque como un eje fundamental en la calidad de los servicios
de salud. The United States Agency for International Development (USAID) define
el enfoque PCC (Patient-centered care) como “un enfoque en la atención que
conscientemente adopta la perspectiva del paciente. Esta perspectiva se
caracteriza por dimensiones como el
respeto a los valores del paciente, a sus preferencias y necesidades expresadas,
así como por la coordinación e integración de la atención, la información, la
comunicación y educación, el confort físico, el apoyo emocional y el alivio del
miedo y ansiedad, la implicación de la familia y amigos, o la transición y la
continuidad” (citado en Harkness, 2005).
Por su parte, The Institut of Medicine (IOM), prestigioso organismo oficial
norteamericano, señaló hace algo más de
una década el enfoque Patient-Centered
Care como uno de los elementos críticos en la redefinición del
sistema de salud para la mejora de su calidad (IOM, 2001). Del mismo modo el Nacional Institute Research Ageing
(NARI) de
Australia ha enunciado diversos
principios rectores de la ACP aplicada en salud como enfoque clave para
la mejora de la atención de las personas mayores (NARI, 2003, 2007). Diferentes
gobiernos, entre los que cabe destacar las iniciativas británica y australiana,
han destacado la ACP como una de sus líneas estrategias de
mejora de sus políticas sociales y sanitarias.
En
cuanto a lo que atañe a los servicios residenciales, distintos países desarrollados (EEUU, Canadá,
Reino Unido, Países Nórdicos, Australia, Holanda, Alemania, etc.) han apostado
por ir transformando las tradicionales residencias de marcado carácter hospitalario
e institucional hacia modelos de cuidados profesionales más “hogareños” afines
al enfoque ACP con el objetivo de proporcionar cuidados de calidad en entornos
domésticos donde las personas pudieran tener un mayor control sobre su vida
cotidiana.
Si
consideramos que este enfoque y los modelos que lo conceptualizan son adecuados
para mejorar la calidad asistencial de los servicios de cuidados a las personas
mayores en nuestro país, aunque efectivamente sea un proceso largo y complejo, hemos
de “creernos” que el progreso hacia la
ACP es posible. La creencia de que la transformación es posible debe ir,
evidentemente, acompañada de otras condiciones: una programación realista y,
por tanto, adaptada a la cultura y posibilidades de los diferentes lugares y
servicios; la capacitación, cualificación y puesta en valor de los profesionales del sector, el rigor en el diseño del cambio y la evaluación
de las aplicaciones. Sólo así este viaje de transformación irá tomando forma y presencia en nuestro país
y se irá generando conocimiento propio, procedente de nuestro contexto y
realidad, como ya ha sucedido en otros lugares, mostrando que todo esto no es
una cábala, una profecía, un espejismo, una utopía… Es algo posible, si
realmente se cree en ello y se hacen las cosas bien.
La
ACP es un eje de la calidad asistencial internacionalmente reconocido que,
frente a la búsqueda de la eficiencia organizativa y al rigor técnico, había
quedado desdibujado o simplemente venía siendo ignorado. Es responsabilidad de
todos/as avanzar por este camino y contribuir a que el progreso sea posible,
auténtico (no desvirtuado) y esté bien fundamentado, sin por ello dejar
de reconocer las dificultades que esta transformación en la cultura
asistencial/organizativa conlleva. Es
tarea de muchos agentes (responsables públicos, movimiento asociativo de
personas mayores, sector privado de servicios, consultores/formadores,
profesionales, expertos/as, investigadores) consolidar este cambio cultural y
contribuir a que unos servicios que en la actualidad pueden ser considerados
aceptables, en algunos casos buenos, se conviertan en excelentes, y sobre todo,
en lugares deseables y amigables para las personas (personas usuarias, familias
y profesionales) que allí conviven compartiendo mucho tiempo de sus valiosas
vidas.
3 comentarios:
Desde la Fundación Alicia y Guillermo queremos colaborar a la creaciòn de centros asistenciales que tengan como misión preservar la autonomía y el derecho a la privacidad de las personas mayores en un entorno de cuidados y atenciones adaptadas a las necesidades de cada individuo, respetando la individualidad y el derecho a decidir
Excelente entrada Teresa, además de los aportes que haces en el tema de salud, yo incorporo el enfoque de la salutogénesis que va muy en la línea de la atención centrada en la persona. Pero creo que lo más difícil sigue siendo el cambio de "chip" que todo el sistema debe hacer. No se trata solo de las personas, sus familias, los equipos profesionales... es un cambio profundo de enfoque... en ese viaje estamos!!!
Teresa, comparto tu enfoque e inquietudes. Creo en la atención centrada en la persona como llave para que los profesionales sanitarios podamos establecer una relación de ayuda efectiva. Como médico de familia, trabajo en asistencia y también tengo la oportunidad de colaborar como docente, tratando de enseñar esta visión. Uno de los aspectos más positivos, es comprobar cómo los residentes de familia (médicos y enfermeros), visualizan el cambio que experimentan cuando añaden elementos como exploración de la vivencia, el contexto, la toma de decisiones compartida, a su conocimiento previo de la evidencia o lo que "recomienda la guía". Espero y animo a que sigamos construyendo esta forma de ayudar a las personas desde nuestra profesión, si bien sería útil que los gestores y diseñadores de los sistemas sanitarios y educativos comprendan la necesidad de ese cambio en la atención. Un abrazo.
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