NOTA

La autora permite la difusión de los artículos publicados en este blog por parte de otros medios digitales siempre que se respeten dos condiciones: 1) Poner al principio el título del artículo y su autoría; 2) Realizar una entradilla y tras ella añadir una indicación tipo “seguir leyendo” en el que exista un link que lleve al lector o lectora al artículo original del blog . No se autoriza, por tanto la reproducción total ni parcial de los artículos si no es por este sistema.

29 de septiembre de 2022

Las unidades de convivencia modelo hogareño. No todo vale.

 




En esta nueva entrada quiero presentar el documento Nº 8 de la Serie Acpgerontología. Una serie que desde hace años comparto en modo abierto en la Web Acpgerontologia con el propósito de difundir el conocimiento que se va generando en relación a algunos temas de especial interés en la aplicación del enfoque Atención Centrada en la Persona en el ámbito de los servicios gerontológicos. Un informe que lleva por título Las unidades de convivencia modelo hogareño, alternativa a las residencias de personas mayores institucionales.  

Tras los efectos devastadores que la Covid-19 ha tenido en las residencias de personas mayores y las carencias generales que se han visibilizado en el sector de los cuidados de larga duración, este asunto parece haber pasado a la agenda social y política. Asistimos a un momento importante de donde se escuchan análisis y propuestas sobre distintos temas relacionados con el atención a las personas en situación de dependencia.

Concretamente desde la Unión Europea se trabaja ya en la Estrategia Europea de Cuidados, la cual, en relación a los cuidados de larga duración se plantea el objetivo de lograr servicios asistenciales de alta calidad, asequibles y accesibles, a la par de apostar por lo que se ha venido denominando como el itinerario de la des-institucionalización, priorizando el cuidado en casa y los recursos de enfoque comunitario. Lo que no niega la necesidad, para algunas personas, grupos familiares y situaciones, de un cuidado profesional en alojamientos fuera del propio hogar, aunque sí se reclama un concepto diferente  de estos servicios, de modo que no priven a las personas de sus derechos, del control de su vida cotidiana y de la conexión con su comunidad. 

Estamos, por tanto, ante un momento decisivo de replanteamiento, no exento de controversia, en relación al necesario cambio del actual modelo residencial en nuestro país. Los efectos de la pandemia han contribuido a una mayor conciencia social sobre las carencias del sector y, también, de los efectos negativos de las residenciales tradicionales en cuanto a la calidad de vida de las personas que allí viven y conviven. Insuficiencias referidas a las ratios y salarios profesionales o a la disponibilidad de recursos, pero también a la enorme inadecuación del enfoque sobre qué es realmente importante en el cuidado para proteger la dignidad de las personas. Estamos ante un giro que busca abandonar definitivamente el cuidado institucional y consolidar modos diversos de cuidado profesional en entornos hogareños.

En este contexto, donde se cruzan datos, valoraciones, demandas, interpretaciones de sucesos y propuestas diversas sobre cómo cambiar el modelo residencial, este informe pretende resumir y compartir el conocimiento existente sobre las unidades de convivencia modelo hogareño, una de las fórmulas elegidas para reorientar el modelo tradicional, el cual se erige todavía aún en muchos servicios desde una mirada y lógica más centrada en las tareas y en la organización del servicio que en las personas.

De hecho, desde hace décadas, en los países más avanzados, las unidades de convivencia se han constituido en la principal alternativa con  capacidad para facilitar este tránsito, al mostrar resultados positivos en la mejora de las vidas de las personas implicadas en el cuidado (personas mayores, familias y profesionales de atención directa).

Una nueva concepción de las residencias también ya iniciada en España en estos últimos años, de forma minoritaria, por parte de algunas entidades pioneras (es el caso de Fundación Matía) y también por algunas administraciones públicas. 

Un camino pionero que hemos de poner en valor y que se ve reforzado por el acuerdo en materia de acreditación y calidad para los centros y servicios del SAAD propiciado por el Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030, el cual convierte a las unidades de convivencia en el principal referente del nuevo modelo residencial de nuestro país.

Por ello resulta fundamental, ahora más que nunca, conocer qué es (y qué no es) una unidad de convivencia, cuando esta se enmarca en el paradigma housing/hogareño, teniendo en cuenta el conocimiento existente, el cual, dicho sea de paso, no solo se nutre de la evidencia científica. Este es el motivo principal que me ha animado a elaborar y compartir este documento. 



                                       

                               Acceder al documento


Este informe aborda, en primer lugar, el origen y la filosofía de este nuevo modelo de cuidado residencial, el cual toma como principal referencia el ambiente-dinámica "hogar" sin por ello renunciar a la calidad que debe tener el cuidado profesional. 

En segundo lugar,  resume las principales características que estas unidades deben tener a tenor del conocimiento existente, así como los principales beneficios constatados en diferentes estudios cuando son comparadas con las residencias tradicionales. 

También señala los principales retos del tránsito en el cambio de modelo en el cuidado de larga duración en nuestro país y algunos riesgos en la aplicación de esta nueva alternativa residencial. Finalmente ofrece algunas recomendaciones (provisionales) para su puesta en marcha.

La transformación del modelo de atención residencial, se enuncia ahora, ¡por fin!, como un objetivo urgente y necesario. Un proceso de cambio que, como se reclama repetidamente, requiere de una financiación suficiente, pero también de una nueva mirada a la calidad del cuidado, basada en un enfoque de derechos de las personas, y para ello, de la implicación y apuesta de muchos actores en cuanto a cómo deben ser los nuevos servicios y las  organizaciones cuya misión es el cuidado de personas en entornos residenciales. 

Hemos de avanzar, progresiva pero decididamente, más allá de la existencia de unos criterios mínimos de calidad compartidos a nivel nacional como marco referencial. Precisamos ahora hacer realidad el cambio. Una necesidad que, afortunadamente, cada vez es más compartida y exigida por la ciudadanía. Una exigencia ciudadana informada puede ser, quizás, el principal factor de éxito para que todo esto sea posible. Porque cuando hablamos de avanzar hacia un nuevo modelo residencial que permita vivir y ser cuidado "como en casa", no todo vale.