Que la Atención Centrada en la Persona está de moda en los servicios
gerontológicos españoles, es un hecho.
Asistimos, sobre todo en el ámbito profesional,
a un enorme interés hacia sus propuestas. Se han
incrementado las publicaciones técnicas
y científicas, se han iniciado investigaciones en este campo, hasta ahora inexistentes en nuestro
país. También se incrementan las ofertas formativas, incluyendo títulos universitarios y cursos de postgrado, se celebran
jornadas y congresos científicos con las salas repletas de profesionales atentos e interesados.
Las administraciones públicas ya han empezado a incorporar esta mirada en sus normativas, en los procedimientos de selección de personal, en los planes formativas de sus plantilla o en los procedimientos de contratación de servicios.
Y lo principal: cada
vez hay más centros y equipos que apuestan por un cambio de modelo en busca de una atención que ponga en el
centro a las personas.
Este auge tiene, sin duda, su parte positiva, ya que atrae
la atención de muchas personas y sensibiliza sobre la necesidad de un cambio en
la mirada en la atención gerontológica. Pero también acarrea algunos riesgos,
relacionados con el cómo en ocasiones nos apuntamos a las modas.
Quiero compartir en esta entrada algunas reflexiones al respecto, sobre todo en relación a algunas apreciaciones y críticas que están
surgiendo.
¿La
ACP, una moda ya desfasada?
Hay quien señala la eventualidad y con ello la escasa solidez de este movimiento, afirmando que es una moda pasajera. De hecho, hay quien anuncia otras aportaciones o modelos más innovadores que parecen querer decir que la ACP está ya desfasada.
Que la ACP se haya puesto de moda es una cosa, pero que se considere solo una moda es otra bien diferente.
Asistimos, sobre todo en el ámbito profesional, a un enorme interés hacia sus propuestas. Se han incrementado las publicaciones técnicas y científicas, se han iniciado investigaciones en este campo, hasta ahora inexistentes en nuestro país. También se incrementan las ofertas formativas, incluyendo títulos universitarios y cursos de postgrado, se celebran jornadas y congresos científicos con las salas repletas de profesionales atentos e interesados.
Las administraciones públicas ya han empezado a incorporar esta mirada en sus normativas, en los procedimientos de selección de personal, en los planes formativas de sus plantilla o en los procedimientos de contratación de servicios.
Y lo principal: cada vez hay más centros y equipos que apuestan por un cambio de modelo en busca de una atención que ponga en el centro a las personas.
Este auge tiene, sin duda, su parte positiva, ya que atrae la atención de muchas personas y sensibiliza sobre la necesidad de un cambio en la mirada en la atención gerontológica. Pero también acarrea algunos riesgos, relacionados con el cómo en ocasiones nos apuntamos a las modas.
Quiero compartir en esta entrada algunas reflexiones al respecto, sobre todo en relación a algunas apreciaciones y críticas que están surgiendo.
¿La ACP, una moda ya desfasada?
Que la ACP se haya puesto de moda es una cosa, pero que se considere solo una moda es otra bien diferente.
Caber recordar que estamos un enfoque de atención, es decir, un conjunto de valores rectores del buen cuidado. Su punto da partida no es otro que el reconocimiento de la dignidad del ser humano. Un reconocimiento que afirma que las personas mayores, con independencia de sus características o de la situación en que se encuentren, son siempre valiosas y merecedoras de respeto. Este planteamiento conduce a la identificación de valores (en ocasiones se enuncian como derechos) en los procesos de acompañamiento profesional que pretenden concretar tal consideración.
Por ello, me produce cierta perplejidad escuchar que algunos modelos o intervenciones superan y dejan atrás la ACP. Creo que poner fecha de caducidad a los enfoques basados en la dignidad de las personas y en la defensa de los valores o derechos que la desarrollan, tenga la denominación de ACP u otra, supone un gran desatino.
No tengo claro si estos anuncios son meras estrategias de marketing o es simple desconocimiento de lo que se plantea cuando se habla de una atención centrada en las personas. Me preocupa, además, el riesgo que conlleva el alimentar una dinámica de carrera o competencia hacia una innovación poco reflexionada.
En el campo del cuidado, la auténtica innovación debe perseguir la transformación de las vidas y comunidades
apoyando proyectos individuales de vida más plenos y sociedades más justas. Y en esto,
los valores éticos deben seguir presidiendo el partido. A mi juicio, las técnicas o intervenciones innovadoras en el cuidado deben ser
bienvenidas siempre que además de aportar elementos novedosos o actuaciones más
eficientes, estén alineadas y sean coherentes con
aquello que queremos promover porque define la calidad de la atención y el buen hacer de los servicios. En el ámbito de los servicios sociales no puede ser otra cosa que la buena vida para personas en convivencia social.
No debemos ignorar que estamos ante el reto de redefinir los cuidados personales, contexto en el que los valores éticos que orientan el buen trato, afortunadamente, no pasan de moda tan rápidamente. De hecho, la defensa de algunos de ellos como el respeto a la diferencia, la no discriminación, la autodeterminación, la participación social o la inclusión, han sido la bandera y lucha de muchas personas y grupos especialmente vulnerables. Creo que todavía hoy están vigentes y precisan seguir siendo defendidos.
¿La ACP plantea algo nuevo? ¿Esto ya lo hacemos?
También hay quien considera que la ACP no aporta nada nuevo. En ocasiones se afirma que lo que se enuncia no supone novedad alguna, que eso de centrarse en las personas mayores constituye precisamente la esencia de la gerontología.
Ciertamente, la ACP como enfoque no señala nada que desde otros campos de conocimiento e incluso desde disciplinas aplicadas no se haya dicho antes. La búsqueda de la felicidad, de la buena vida, es un tema clásico. La mirada holística y la humanización en los cuidados no es, efectivamente, tema ni objetivo novedoso.
Sin embargo, en el ámbito aplicado de los cuidados de larga duración, en su concreción, nos ha servido para darnos cuenta de que cuestiones que resultan obvias en el nivel declarativo de las intenciones, en el día a día pueden paradójicamente estar ausentes.
El buen trato a las personas mayores según el enfoque ACP se concreta en el reconocimiento de cada persona como alguien valioso, en la protección de su intimidad y en la dispensación de apoyos personalizados y efectivos para que ésta pueda tener control sobre su vida cotidiana y recibir una atención conforme a su identidad.
La ACP contribuye de una forma sin igual a generar reflexión sobre la distancia entre el dicho y el hecho. Obviamente, siempre que se esté dispuesto a ello. Nos ha servido para ver que esta forma de entender y concretar el buen trato en ocasiones se había olvidado o había sido relegada a un segundo término.
Desde mi consideración, éste es el principal motivo del creciente interés que en el sector de los servicios de atención a las personas mayores generan las propuestas de la ACP. Hemos tomado conciencia de que nos habíamos perdido cosas importantes en el día a día, de que nuestra realidad es francamente mejorable y de que la mirada a la calidad se había distanciado en exceso de lo que realmente importa y puede generar felicidad a las personas que cuidamos. el creciente interés es sin duda un claro signo de que los profesionales queremos hacer las cosas bien, integrando la corrección técnica en un marco ético.
Sin embargo, la realidad actual no corresponde a la intención. Creo contar con cierto conocimiento del panorama actual de los servicios gerontológicos de nuestro país y, por ello, me atrevo a afirmar que a pesar de que en estos años se están desarrollando apuestas pioneras, honestas y valientes que intentan avanzar hacia los postulados de la ACP, la situación de muchos servicios dista enormemente de los aspectos esenciales que postula una atención centrada en las personas. En parte, por desconocimiento de lo que es una atención realmente personalizada y, en parte, porque la visión y organización de los servicios que tenemos y seguimos manteniendo, no lo ponen nada fácil.
Cabe advertir que no es lo mismo atención individualizada que atención personalizada. Los modelos centrados en la persona buscan la personalización, la cual añade a la individualización la autodeterminación de la persona (directa o indirecta) para lograr que realmente sea ésta quien gestione su su vida.
En atención individualizada hemos avanzado algo, en atención personalizada, creo que nos queda un largo camino.
De nuevo me permito compartir una recomendación: si pensamos que esto ya lo hacemos, analicemos, evaluemos nuestra realidad cotidiana, chequeemos el día a día de nuestros centros y servicios. Ello nos ayudará a reconocer y afianzar las prácticas afines a la ACP y también a identificar las distancias o áreas de mejora.
¿La
ACP es una propuesta poco fundamentada o carente de rigor?
Otras voces reprochan la falta de rigor de la ACP. Creo que, de nuevo, es importante distinguir entre enfoque y modelos e intervenciones.
Descalificar
la ACP de poco rigurosa, si entendemos que es un enfoque, no tiene mucho
sentido. El análisis del rigor, muy necesario en estos momentos, debemos trasladarlo a los modelos, servicios y programas que intentan hacer realidad este enfoque,
evaluando la validez de sus diseños y los resultados obtenidos en las aplicaciones realizadas.
Los modelos que concretan la ACP, aun estando adheridos a los principales asuntos que enuncian esta filosofía del cuidado, son diversos y pueden ser presentados bajo diferentes nombres. Ante esta situación de diversidad de modelos afines a la ACP, la cual no creo que deba ser entendida como algo negativo, lo relevante ahora es conocer es cómo éstos son descritos, qué componentes proponen y qué intervenciones desarrollan para ser aplicados en los distintos contextos de cuidados. Precisamos documentar y evaluar sus aplicaciones y sus efectos.
Los modelos que concretan la ACP, aun estando adheridos a los principales asuntos que enuncian esta filosofía del cuidado, son diversos y pueden ser presentados bajo diferentes nombres. Ante esta situación de diversidad de modelos afines a la ACP, la cual no creo que deba ser entendida como algo negativo, lo relevante ahora es conocer es cómo éstos son descritos, qué componentes proponen y qué intervenciones desarrollan para ser aplicados en los distintos contextos de cuidados. Precisamos documentar y evaluar sus aplicaciones y sus efectos.
Mi consejo es, por
tanto, que esta mirada crítica, necesaria sin duda, parta de la evaluación de los diferentes modelos existentes y de sus aplicaciones, analizando su validez de contenido, el proceso de implementación y sus resultados .
Si las críticas se formulan genéricamente, si se dirigen a los valores del enfoque,
lo que ponemos en cuestión son sus elementos éticos
y, por tanto, esenciales. Lo cual no creo que esté en tela de juicio, al menos, hoy por hoy.
La propia Organización Mundial de la Salud recomienda la atención integral y centrada en la persona como un eje estratégico para liderar cambios en los servicios sanitarios y en los que dispensan cuidados de larga duración. De hecho distintos países avanzan ya en este horizonte desde hace décadas.
La propia Organización Mundial de la Salud recomienda la atención integral y centrada en la persona como un eje estratégico para liderar cambios en los servicios sanitarios y en los que dispensan cuidados de larga duración. De hecho distintos países avanzan ya en este horizonte desde hace décadas.
Considero que ir de la
mano de la evidencia científica (un tipo
de conocimiento, que no el único) es una condición indispensable para avanzar en
el viaje ACP con rigor. Remito a entradas
anteriores de este mismo blog donde argumento que la ACP, cuya fundamentación principal
parte de la ética, debe nutrirse e ir de la mano del conocimiento, situando el papel de la evidencia empírica en la clarificación del cómo (no del qué) para lograr aplicaciones eficientes.
Finalmente hay quien alerta sobre el riesgo de banalizar lo este enfoque supone, teniendo en cuenta cómo en ocasiones se está interpretando y aplicando.
Comparto plenamente esta advertencia. Yo diría que es el gran riesgo al que ahora nos enfrentamos. Por poner algunos ejemplos, reducir la autonomía personal a la ampliación de algunas opciones de elección en los servicios (que pueden incluso estar muy alejadas de lo que para la persona es importante), limitar la ACP a meros cambios ambientales, pensar que se logra solo con la eliminación de sujeciones, con ser amables o con el uso de ciertos soportes metodológicos o terapias innovadoras, o incluso llegar a confundirla con un laissez faire, son interpretaciones erróneas que revelan una insuficiente profundización.
Las aplicaciones parciales, precipitadas, impuestas, no comprendidas, escasamente fundamentadas o simplemente oportunistas, contribuyen a generar escepticismo sobre la ACP. Alimentan dudas sobre esta nueva y necesaria mirada en el cuidado a las personas y en la organización de los servicios. La autenticidad, la participación reflexiva como base de la formación y el rigor en las aplicaciones son elementos indispensables. No es suficiente la buena intención ni tampoco sirven las fórmulas de puesta en marcha exprés. Estamos ante un cambio necesario, beneficioso y posible, aunque ciertamente complejo.
Señalaba en entradas anteriores de este mismo blog, lo que es y no es la Atención Centrada en la Persona, así como la conveniencia de hacer operativo este enfoque en los servicios proponiendo modelos que detallen componentes e intervenciones, para así poder evaluar su progreso y resultados. Esta es la única forma de avanzar con seriedad y de separar el trigo (que lo hay) de la paja (que también pudiera haberla).
La Atención
Centrada en la Persona nos brinda numerosas oportunidades de encuentro. Con las personas que reciben cuidados, entre disciplinas y saberes, entre distintos profesionales, entre el ámbito
académico y el aplicado. Oportunidades de encuentro que son extremadamente necesarias para muchas de la actuales organizaciones que dispensan cuidados.
Estamos tan solo en el inicio de un largo viaje. Nos queda todavía un largo camino, no exento de dificultades, por recorrer.
Os animo a ello...¡cada vez somos más en este viaje!
Gracias una vez más por tus reflexiones.
ResponderEliminarSeguro que estamos muy lejos de una aplicación real del modelo en nuestros espacios gerontológicos concretos, quizá por esa dificultad en el cómo que muchas veces nos hace pensar que el enfoque no es viable. Y, desde mi opinión, el problema mayor sigue estando en la cultura organizacional (incluyendo a las administraciones que deberían facilitar procesos), en esa visión de los servicios gerontológicos tan asistencial, que acaba generando frustración en aquellos profesionales que intentan hacer pequeños cambios en su día a día y se encuentran con montones de trabas o que sienten que esos cambios no van a ser duraderos.
Hemos comentado muchas veces la necesidad de formación a los equipos gestores de centros gerontológicos, que son los que al final deciden las prioridades.
Encontramos mucha frustración en los equipos de trabajo que ven que otras formas de cuidado son posibles, pero no encuentran apoyos. Este sí es el peligro de la moda: me apunto como institución, como grandes grupos residenciales, pero me quedo en la foto, porque los criterios de rentabilidad siguen siendo sólo económicos, porque implica demasiados cambios... mil excusas. Pero hay que seguir insistiendo, como hormiguitas, habituándonos a nuevos procesos, o por lo menos a nuevas visiones. A normalizar esos valores éticos en el cuidado. Ese proceso mental de los nuevos profesionales se está produciendo y es positivo, el institucional tendrá también que adaptarse a esas nuevas formas de hacer, porque sus profesionales no entenderán (ni aceptarán) funcionar de otra manera. Por eso, la importancia de que la atención centrada en la persona forme parte del contenido curricular, que se entienda como lo normal y no como la novedad.
Nos cuesta mucho asumir procesos culturales, que son lentos, que no nos dan soluciones inmediatas, pero muchos creemos que sí hay cambios positivos, que se está reflexionando mucho, a veces para criticar, pero eso también significa que el mensaje va calando.
Mil gracias por tus aportaciones.
Un abrazo
Javier Bendicho
Gracias a ti Javier. Un abrazo!
ResponderEliminarEn mi opinión, fundamental la participación de la familia y personas significativas junto a todos los profesionales, todos, y por supuesto, la propia persona. Y tiempo al tiempo. El trabajo va dando sus frutos, y los propios resultados te abren los ojos a nuevos objetivos, es un no parar
ResponderEliminarBuenas tardes a usted, le saludo desde Ecuador.
ResponderEliminarEstoy consultando sobre un modelo para la evaluación de un centro de asistencia a personas con capacidades diferentes, y lo deseo hacer basado en la AICP, puede usted orientarme a algún modelo de evaluación?
ResponderEliminarBuenas tardes,
En mi web, en el apartado de historia de vida profesional (publicaciones) puedes encontrar artículos sobre evaluación desde la ACP que pueden interesarte, línea de investigación que actualmente me ocupa
http://www.acpgerontologia.com/mihistoria/publicaciones.htm
En concreto, esta revisión que realizamos quizás resulte de tu interés.
http://www.psicothema.com/psicothema.asp?id=4300
Un saludo!