La Atención Centrada en la Persona busca apoyar la autonomía
de las personas y ello implica asumir ciertos riesgos en el cuidado y en la vida
cotidiana. El riesgo es algo inherente a la vida y al desarrollo personal. Vivir
conlleva siempre riesgos.
Este planteamiento, en el contexto de cuidados a personas en situación de fragilidad o dependencia nos enfrenta a situaciones
complejas. En la asistencia cotidiana en centros y también en casa se producen situaciones en las que tomar decisiones, o dejar que las personas decidan, no es tan fácil. Situaciones donde entra en conflicto la libertad de la persona con su
seguridad (o la de otros).
Como profesionales tenemos la obligación de proteger
a quienes están en una situación de alta vulnerabilidad y evitar el daño. Surgen
preguntas: ¿evitar todos los riesgos es
posible? ¿cómo? ¿siempre? ¿cuándo? ¿a costa de qué? Nos movemos entre la obligación de no
maleficencia, la promoción de la autonomía y la búsqueda del bienestar
subjetivo de la persona. Objetivos todos ellos importantes en el cuidado.
Sin pretender solucionar este nudo, me gustaría en este post
compartir algunas reflexiones.
Apoyar las preferencias que implican riesgos, un proceso
importante en la aplicación de modelos ACP, individual y único
Las situaciones que afectan a la seguridad de las personas que
cuidamos nos producen temor. A las familias y también a los/as profesionales. Tendemos
a buscar respuestas que nos den tranquilidad, tomando en ocasiones como criterio
único la seguridad y optando por las
soluciones uniformes o protocolizadas (si tienen demencia no pueden salir solos
nunca, si tienen riesgo de caerse se aplica el protocolo de sujeción física, si
beben en exceso se les prohíbe el alcohol…).
Se observa la tendencia a tomar medidas idénticas ante situaciones que catalogamos
como semejantes aunque en realidad no lo sean. Esto nos lleva hacia actuaciones
poco personalizadas y, por tanto, con alta probabilidad de resultar poco
acertadas. La idea del protocolo de actuación uniforme aquí no vale. Tener
un protocolo “a seguir”, que nos diga
qué hacer ante una situación difícil, nos tranquiliza además de justificar ante los demás y ante
nosotros mismos lo que hacemos (aun cuando no acabemos de verlo del todo bien...).
No podemos perder de vista que, en ocasiones, para evitar un
daño podemos estar provocando otro, incluso mayor. Las medidas que buscan
garantizar la seguridad no son siempre inocuas (véase el caso de aplicar
sujeciones o el ingreso forzoso en un centro residencial) y pueden llegar ocasionar
un daño emocional de difícil reparación.
Por tanto, una primera conclusión es que ante las
preferencias de las personas que impliquen riesgos es imprescindible actuar
siempre de una forma absolutamente personalizada. Se trata de buscar y
encontrar para cada situación, para cada persona, la mejor opción entre las
posibles equilibrando los objetivos anteriormente mencionados. No sacrificando siempre, por sistema, la autonomía y el bienestar por la seguridad.
Algunas consideraciones y recomendaciones de interés:
1. Es indispensable realizar siempre
un análisis individual, centrado en cada persona, en cada contexto, en cada
situación. Considerando las características individuales, sus preferencias y
deseos, conociendo cuán importante es esa preferencia y por qué, qué riesgos pueden ser asumidos y cuáles no, identificando y analizando las alternativas posibles y los recursos existentes.
2. Cuando la preferencia implica
riesgo solo para la propia persona deberemos valorar su competencia para asumir
dicha decisión o acción. Cuanto
mayor riesgo entraña la preferencia para la persona (para su salud, para su
integridad) mayor competencia personal se requiere. Cobra fuerza la decisión de la
persona cuando ésta es consciente y aprecia la situación, cuando está bien
informada, cuando valora los beneficios y riesgos de las alternativas, cuando
asume la responsabilidad y posibles consecuencias de su decisión y cuando no actúa bajo coacción.
3. Es necesario valorar las distintas alternativas, sopesando
sus ventajas e inconvenientes en relación a
la seguridad pero también en relación al
bienestar de la persona y a sus valores de vida (autonomía).
4. Deberemos explorar y encontrar
opciones prudentes. Puede ayudarnos a ello descartar los cursos de acción
extremos y optar por los intermedios y que sean posibles de llevar a cabo.
5. Es necesaria una disposición
de escucha y de búsqueda de consenso. Eso requiere además de disposición,
tiempo de escucha y diálogo. Cuando se opta por apoyar preferencias que
implican algunos riesgos es necesario consensuar las medidas y acciones a realizar con la
persona y, en su caso, con la familia. Se recomienda documentar y firmar los
acuerdos a los que se lleguen.
6. Es importante evaluar y
revisar las medidas acordadas. Tanto cuando se acuerde apoyar preferencias
con riesgos como desestimarlas. Las medidas son algo temporal, no deben tomarse
como algo invariable y para siempre.
Resulta de especial interés la guía elaborada por la Rothschild Foundation donde se analizan
estas situaciones y se propone una secuencia que puede ayudar a ordenar un
proceso de apoyo a las preferencias que
implican riegos en entornos residenciales. Una línea de actuación clave, a mi juicio,
para todos los servicios que quieran avanzar en la ACP.
También os dejo el enlace a un documento titulado Buena praxis profesional en algunos asuntos relacionados con la promoción de la autonomía y autodeterminación de las personas usuarias con discapacidad o dependencia. Un trabajo que tuve el enorme placer de coordinar hace ya unos
años y que fue elaborado por un grupo interdisciplinar de profesionales de servicios sociales de Asturias
comprometidos con la ACP (grupo Zona Calidad).
No podemos pensar que la ACP es dejar que toda persona haga
lo que en cada momento quiera. Como señalaba en un post anterior de este blog, Qué es y no es Atención Centrada en la Persona, la autonomía tiene límites.
Los deseos y elecciones de las personas no pueden entenderse
como algo infinito. Nuestros derechos y el ejercicio de nuestra libertad se ve acotada por los derechos de los demás. En todos los lugares: en la propia casa, en
una residencia, en el trabajo. No todos nuestros deseos son posibles ya que vivimos en relación con otras personas y en unas
condiciones determinadas, muchas veces no elegidas en su totalidad.
El apoyo a la autonomía hemos de considerarlo junto con el respeto a los derechos de los demás y con nuestro deber,
como profesionales, de proteger a las personas a quienes atendemos.
Habitualmente se señalan tres situaciones que
limitan la autonomía personal:
a) cuando hay un riesgo de daño claro e importante
para la persona.
b) cuando hay riesgo de daño para otras personas.
c) cuando se produce un reparto no justo de las atenciones en personas con
necesidades similares. Esto no es contradictorio con la discriminación
positiva que prioriza y justifica un reparto beneficioso de atenciones a las personas que parten con desventaja
o en situación de mayor necesidad.
Sin embargo, hay ocasiones en que las preferencias o deseos de las
personas se restringen o se desechan no por un tema de seguridad, sino porque la
organización del centro o servicio no lo permite (falta de medios, de preparación, de ganas, porque siempre se hizo así…).
Deberemos entonces reflexionar sobre si
estamos ante una imposibilidad real o es
algo que con mayor flexibilidad, modificando normas que no tienen una clara
justificación o haciendo mejor lo que sí que está en nuestras manos se pueden
lograr cambios que permitan ganar en calidad de vida para las personas. Porque
en ocasiones, lo que decimos que no es
posible es solo una excusa. Porque cambiar nos cuesta a todos. En todo caso, lo que
no sea posible hoy deberemos tenerlo en cuenta como posibilidad de mejora para
un futuro.
Buena praxis
cuando hay que restringir la autonomía
En algunas ocasiones será
necesario restringir la libertad, no
apoyar ciertas preferencias o no permitir ciertas decisiones. Por ejemplo, no dejar salir a la calle a una persona que
sabemos que se pierde con total seguridad en un entorno peligroso, dar un
baño si la persona está muy sucia, utilizar sujeciones físicas cuando haya un riesgo
importante de caída y no se hayan podido encontrar otras alternativas, etc.
Entonces es muy importante saber
cómo hacerlo ya que no todas las formas de limitar la libertad de la persona
son iguales ni tienen los mismos efectos.
Algunas pautas:
- Informar
a la persona o, en su caso, a quién le representa sobre los motivos por los que sus deseos no pueden
verse satisfechos.
- Si limita la libertad de acción, informar en qué
afecta a la persona, cómo se va hacer, los tiempos y el modo de seguimiento de
las medidas a aplicar.
- Consensuar todo lo posible.
- Procurar medidas compensatorias que reduzcan su
malestar. En personas con deterioro cognitivo es especialmente importante utilizar técnicas de cuidado centrado en la persona.
-Mostrar respeto, empatía y calidez. Restringir
no tiene que conllevar necesariamente una actitud fría, impositiva o dura.
- Revisar la medida cada cierto tiempo. Que haya
alguien específicamente destinado a este seguimiento.
Formación en
métodos de deliberación ética
Para contemplar las preferencias que implican riesgos es
indispensable la formación en ética de los profesionales que intervienen y
atienden a las personas en situación de dependencia.
Esta formación, además de ofrecer un marco conceptual
referente que orienta la buena praxis profesional, permite desarrollas
habilidades relacionadas con la deliberación. El uso de métodos deliberativos
conduce de una forma operativa la reflexión y la toma de decisiones. La deliberación ayuda a los equipos a tomar decisiones prudentes, orientadas desde
principios éticos ante situaciones ciertamente complejas que suelen generar
gran incertidumbre (y con ello ansiedad) en la atención cotidiana.
Gestionar la incertidumbre es una habilidad clave en el
profesional de la intervención social,
en sus distintas responsabilidades (directores de los servicios,
técnicos, personal auxiliar, etc.).
La realidad humana y social es siempre
compleja. Trabajamos con personas, con grupos, en contextos socioculturales diversos y cambiantes. Ello tiene una parte muy positiva en cuanto que apoyar la vida de otras personas es un privilegio y resulta enriquecedor ya que nos permite plantearnos nuevos retos.
Pero también nos enfrenta a situaciones únicas, duras y complejas que requieren
madurez, estar actualizados, flexibilidad y saber gestionar nuestras emociones.
Reflexionar, deliberar en equipo y tomar las
mejores decisiones posibles para cada persona y en cada situación reduce la incertidumbre
y nos hace crecer como personas, profesionales, equipos y organizaciones.
Muy interesante su reflexión.
ResponderEliminarMuy importante el diálogo con los residetes, para saber cuáles son sus deseos y hasta dónde pueden llegar.
La formación de los profesionales en bioética, me parece prioritario para así poder actuar no por una creencia o por inercia, sino amparados por unos principios éticos.
Diálogo en equipo, imprescindible para reducir la incertidumbre que se crea ante situaciones diversas que te mueven por dentro.
Me gusta esa frase del fianal:"Reflexionar en equipo te ayuda a crecer como persona y como equipo".
Muchas gracias por aportarnos un poco de luz en el quehacer del día a día.