Hoy día, casi nadie pone
en duda la importancia de evaluar los servicios gerontológicos. Evaluar y
asegurar su calidad son objetivos que han ido cobrando importancia tanto desde
la responsabilidad del buen hacer institucional, empresarial y profesional como
por la obligación inherente a las administraciones públicas de garantizar unos mínimos de calidad
asistencial. Evaluar permite conocer, mejorar, documentar y reforzar los
logros, así como detectar áreas de
mejora.
En la evaluación de la
calidad de los servicios relacionados con el cuidado personal se vienen
contemplando dos componentes, complementarios, que necesariamente deben
integrados: la atención dispensada y la gestión. En muchas ocasiones, el esfuerzo e interés se ha
centrado más en la gestión del centro o servicio que en la calidad de la
atención. Además, en la evaluación de la calidad asistencial han tenido gran
peso las dimensiones más objetivas y biosanitarias (mejoras clínicas,
seguridad, higiene, etc.) frente a las referidas a la calidad de vida de la persona
y, concretamente a los aspectos más emocionales y subjetivos (preferencias, elecciones,
respeto a las propias decisiones, bienestar subjetivo, etc.) que apenas han
sido contemplados.
La AGE
Platform Europe junto con la European
Association for directors of residential homes for the ederly (AGE &
EDE, 2012), en su documento de consenso El marco europeo
para la calidad de los cuidados de larga duración a personas mayores, han enunciado los principios que
definen un servicio de calidad, incorporando tanto consideraciones relacionadas
con la gestión como con la atención y señalando la orientación a la persona
como un eje clave en la calidad de los servicios.
Ciertamente, hoy día no podemos conformarnos con el objetivo de
lograr una determinada cobertura de
crecimiento de recursos o con que los recursos cumplan ciertas condiciones objetivas
de tipo técnico. Hemos de dar respuesta a una exigencia ciudadana en aumento
que demanda nuevas formas de hacer que garanticen el derecho a decidir de
quienes precisan cuidados, que conozcan los modos de vida y preferencias individuales,
que apoyen que las personas tengan control sobre su vida y cuidados favorezciendo
su bienestar subjetivo. La Atención
Centrada en la Persona (ACP), eje internacionalmente reconocido en la definición
de la calidad asistencial de los servicios de cuidados de larga duración, debe
estar también presente en el diseño de los sistemas de evaluación de su calidad.
En estos últimos años, publicaciones
internacionales dan muestra del creciente interés por el diseño de nuevos instrumentos de evaluación orientados desde el
enfoque ACP en el campo de la salud y de los cuidados de larga duración. De
especial interés es la revisión
realizada por Devora de Silva (2014), publicada por The Health Foundation en el documento que lleva por título Helping
measure person-centred care.
Los instrumentos de evaluación
orientados desde la ACP son diversos. Se han desarrollado desde distintas aproximaciones
entre las que cabe destacar la observación sistemática de la atención
dispensada y del bienestar de las personas, la evaluación del espacio físico así como la evaluación desde la opinión de quienes
participan en la atención (personas usuarias, familias y los profesionales de atención directa).
También se han diseñado herramientas para medir el progreso del cambio de modelo en los servicios
(mediante auto-evaluación y evaluaciones
externas) a través de descriptores e indicadores del mismo.
La ACP es un enfoque
todavía escasamente implantado en los servicios sanitarios y gerontológicos
españoles. En la actualidad, los instrumentos traducidos y adaptados al español
para poder ser usados con las garantías psicométricas pertinentes, son escasos.
En esta breve lista cabe citar, en
primer lugar la validación del Dementia Care Mapping al español para su uso en residencias de
personas con demencia (Villar, Vila-Miravent, Celdrán, & Fernández, 2015).
Una herramienta que permite llevar a cabo una observación sistemática de
distintos aspectos conductuales de las personas con demencia y de la
comunicación de los cuidadores con éstas.
En segundo lugar cabe
mencionar la reciente validación que ha sido realizada en una amplia muestra de
residencias y centros de día españoles de dos instrumentos que evalúan el grado
de ACP dispensado (Martínez, Suárez-Ávarez, Yanguas, y Muñiz, 2015). En este
estudio nacional hemos realizado la versión española de dos instrumentos destinados a conocer en qué
grado las residencias y centros de día para personas mayores ofrecen una atención
centrada en la persona según la opinión de los propios profesionales de
atención directa. El
primero es The Person‐centered Care Assessment Tool (P‐CAT), cuya
versión original, en inglés, fue elaborada por Edwardsson, Fetherstonhaugh,
& Gibson (2010). El segundo es The
Staff Assessment Person‐directed Care (PDC) e (PDC), creado originalmente
por White, Newton‐Curtis, & Lyons, (2008), prueba algo más extensa que la
primera y compuesta por ocho factores. Los
resultados obtenidos (su resumen puede ser consultado en el Informe Nº 2 de la serie Informesacpgerontologia), señalan
que ambas pruebas presentan unas adecuadas propiedades psicométricas, lo que
avala su uso tanto en la evaluación de los servicios como en investigación. Recomendamos,
no obstante, en la evaluación de la ACP, utilizar distintas aproximaciones y no
limitarla a la opinión de los profesionales para evitar de este modo el sesgo
de subjetividad, incluyendo además de la opinión de las personas usuarias,
familiares y observación de la atención, algunos indicadores que permitan
registrar el progreso en la implementación del modelo.
En este
sentido, es oportuno reflexionar sobre si los indicadores de calidad asistencial
que vienen siendo utilizados tanto en la evaluación de servicios como en la
investigación son válidos para evaluar la calidad desde la óptica de la ACP. Las
baterías de indicadores de calidad asistencial vienen siendo diseñadas desde
una visión fundamentalmente biomédica integrando dimensiones relacionadas con
la salud y el funcionamiento, la higiene, la seguridad o la eficacia clínica/terapéutica,
entre otras. Sin embargo los componentes esenciales de la ACP (autodeterminación
en la vida y el cuidado, bienestar
subjetivo, el reconocimiento de su singularidad
y los elementos de un entorno facilitador) apenas tienen presencia.
Si
se reconoce la ACP como uno de los ejes clave de la calidad asistencial, es
preciso incluir indicadores que completen
los habitualmente utilizados permitiendo una visión global y realmente
integral de la atención, así como matizar algunos de los que se vienen
utilizando (como por ejemplo, el nivel de actividad observado o las caídas
registradas) para que no se sitúen en contradicción con los objetivos de la
ACP. La ACP debe integrarse en la evaluación de la calidad de los servicios
junto con otros ejes que vienen definiendo la calidad asistencial como son la accesibilidad al servicio, la seguridad,
las prácticas basadas en la evidencia o la eficiencia. No tendría mucho sentido
entender la evaluación de la ACP como algo “a parte” de los diferentes aspectos
relacionados con la calidad asistencial que venimos comprobando. La ACP permite
una mirada más global a la calidad de
los servicios y cuidados dispensados poniendo en el centro las preferencias y
la autonomía personal del individuo que precisa y recibe cuidados. Todo un reto
que plantea mucho trabajo, de gran
complejidad, pero absolutamente
necesario.
Para
acabar, a modo de resumen, algunas consideraciones y recomendaciones finales que
pueden servir de ayuda en el diseño de una evaluación de servicios
gerontológicos integrando la perspectiva de la ACP:
- No olvidar
que la evaluación es un medio y no debe planificarse de una forma aislada al modelo de atención propuesto.
- Es
importante integrar la ACP dentro de una evaluación más global, revisando los
actuales indicadores de calidad asistencial y combinando métodos de evaluación cuantitativa y
cualitativa.
- Es
preciso llegar a un consenso sobre los principales componentes de la ACP y una
batería de indicadores para evaluar el
progreso de su implementación.
- No hay
un instrumento ni modelo de evaluación “ideal” ni consensuado para evaluar la
ACP. Es recomendable contemplar las distintas visiones (personas mayores,
familias, profesionales de atención directa y evaluadores externos) así como la
observación de la atención dispensada y
la evaluación a través de indicadores de progreso consensuados.
- Es
necesario utilizar instrumentos validados en población española que cuenten con
unas adecuadas propiedades psicométricas.
-Es
importante diferenciar la utilización de instrumentos de intervención y de evaluación.
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