25 de noviembre de 2017

La familia en la residencia. Por Eloy Ortiz





PRESENTACIÓN

    La atención centrada en la persona considera a las familias de las personas mayores como “aliadas” indispensables en el cuidado profesional. Cuando la persona se va a vivir a una residencia, la familia debe tener la opción de seguir estando cerca y cuidando, siempre que la persona mayor así lo desee. La relación y colaboración que se construya, depende en gran medida, del modo en que desde el centro se ve y se acoge a las familias.

     En esta entrada Eloy Ortiz, médico y director de la Residencia Sierra del Cuera (Posada de Llanes, Asturias), comparte su dilatada experiencia en el ámbito residencial destacando algunos aspectos clave para conseguir una buena cooperación centro-familia. Eloy ha compaginado su labor gerencial y asistencial con una importante formación humanística. Es máster en gerontología, máster en atención integral y centrada en la persona y  especialista universitario en humanización de la salud.

     Muchísimas gracias Eloy por tu presencia en este blog y especialmente por demostrarnos en el día a día que el camino de la atención centrada en la persona es posible en un entorno residencial. Gracias por tu honestidad, por tu buen hacer y por tu gran compromiso. Gracias por demostrar que el camino hacia la ACP no solo genera bienestar a las personas mayores, sino también a las familias y a los profesionales. Bienvenido a este espacio, es un gran privilegio contar con tus aportaciones.






La familia en la residencia

Por Eloy Ortiz, médico y director de la

Residencia Sierra del Cuera



     Un referente típico de la deficitaria cultura gerontológica se plasma en el pensamiento de que con la institucionalización la familia deja de ser primordial. Sin embargo, es necesario que frente a este posicionamiento, se desarrollen procedimientos que sean capaces de visibilizar la importancia de la familia en la residencia. Es obvio, que frente a actitudes que ignoran a la familia del residente, se contrapongan posturas integradoras en la que ésta sea considerada como un recurso insustituible.

     Los modelos de Atención Centrada en la Persona defienden que las familias deben ser los grandes “aliados” en el cuidado, sin que por ello la persona mayor pierda su papel de agente principal y, con ello, se vea mermada su  autonomía. Objetivo que no siempre resulta fácil ya que partimos de una cultura paternalista hacia las personas mayores donde tanto profesionales como familias tendemos a decidir  por el bien de ellas pero sin ellas.

 
Vida cotidiana entre residentes y familias
en la Residencia Sierra del Cuera

     No podemos ni debemos abstraernos a la idea de que los cambios en uno de sus miembros van a conmover toda la estructura familiar. Es por este motivo, que debemos partir del conocimiento no sólo de la persona mayor, sino también de su núcleo familiar. Constantemente se alude a la repercusión que la personalización de la atención tiene para el bienestar de la persona mayor, pero a esta condición se le deben superponer las peculiaridades y características propias de cada uno de los integrantes del grupo familiar.
  
     La institucionalización acarrea intrínsecamente toda una serie de sensaciones consustanciales en el devenir de la familia en el centro. Así, nos encontramos habitualmente con sentimientos de culpa, tristeza, aprensión, duda, recelo y ambivalencia. Estos efectos van a mudar a lo largo del tiempo, en relación a tres factores íntimamente imbricados. En primer lugar, y preferentemente, por la información que su pariente les hace llegar sobre su percepción intrapsíquica de satisfacción o insatisfacción; en segundo lugar, por la interiorización que la familia experimenta con la nueva situación y, por último, por la transparencia y las expectativas que se suscitan en el ambiente residencial. Es pues necesario estar atentos a las necesidades y demandas de cada familiar, para así poder prestar todo nuestro apoyo y colaboración. En definitiva, deberemos facilitar la expresión de afectos y crear un clima de comunicación fluido y sincero entre el residente, la familia y los profesionales. Es decir, el objetivo ha de ser que el sistema familiar interaccione con el institucional desde la colaboración y la participación.
   
 
Acción formativa con familias en la
Residencia Sierra del Cuera

      Está suficientemente demostrado que los vínculos familiares moderan la vulnerabilidad de la persona mayor frente a las diferentes situaciones estresantes que tienen lugar en su vida. Incluso algunos autores aseguran que la cantidad y calidad de los contactos disminuyen la morbi-mortalidad (Gallo, J. 2002). En este sentido, nuestra experiencia nos dicta que en los residentes que reciben visitas frecuentes, disminuyen notablemente los desajustes afectivos. Es pues evidente, que la familia adquiere una importancia capital y, no solo para evitar las pérdidas vinculares que se pueden producir en la persona mayor cuando ésta no siente la proximidad de sus parientes, sino también, porque la familia ha de ser objeto de intervención para lograr su integración. Por ello, desde la residencia tendremos que desculpabilizar, formar, capacitar y motivar, para lo cual será requisito imprescindible implantar canales abiertos de comunicación para ofrecer espacios de diálogo abierto y sincero.

     A parte de otras consideraciones, desde un posicionamiento estrictamente gerontológico, el papel de la familia en la residencia ha de ser valorado como principal e insustituible. En ocasiones, se sobreentiende que cuando la persona mayor decide ir a vivir a la residencia, la familia pierde importancia en el cuidado. Todo lo contrario, lo único que cambia es la manera de afrontarlo. De esta manera, nuestra opinión forjada en la experiencia en la atención a las personas mayores que viven en el ámbito residencial, nos demuestra día a día que por encima de cualquier otra consideración, lo realmente definitorio para la adaptación y la plena realización de la persona es el mantenimiento y fortalecimiento de las relaciones familiares. Desde luego, la residencia no debe pretender jamás suplantar a la familia. Al contrario, se han de complementar en el cuidado, respetando sus opiniones y estableciendo, como ya he mencionado, una comunicación sincera, “auténtica”, para ir disipando progresivamente la inseguridad familiar, y para que también se vayan difuminando los prejuicios institucionales hacia el contexto familiar.

       
Elaboración del plan de atención y vida entre
residente, familia, gerocultora de referencia
y psicólogo en la Residencia Sierra del Cuera.
     
     Existen opiniones que partiendo de la imperiosa necesidad de desarrollar programas de intervención con las familias, conceptúan como ineludible “parcelar” los cuidados, distribuyendo responsabilidades. Es decir, los acuerdos, cuando son posibles, establecen y asignan unas determinadas funciones a la residencia y otras a la familia. Mi opinión, es que esta fragmentación de competencias no me parece la más idónea para poder alcanzar una atención integradora. Pienso que, evidentemente, existen áreas en las que la entidad familiar va a ser más apta para resolver determinadas inquietudes, y que en otras cuestiones, será la institución quien pueda solventarlas de forma más resolutiva. Pero solo desde la mutua ayuda se puede ofrecer bienestar a la persona mayor y mejora continua en el modelo de atención y las relaciones.

     Desde estos razonamientos se atisba la reivindicación de que efectivamente, de distintas maneras, pero de forma conjunta y sinérgica, las instituciones familiar y residencial ofrezcan al residente escucha, cariño e interés por su realidad (apoyo emocional), ayuda material (apoyo instrumental), además de favorecer por todos los cauces posibles la continuidad de las relaciones con el exterior (apoyo relacional-informacional).

     Finalmente, creo que las residencias de personas mayores, partiendo del análisis de los sentimientos, las necesidades y las expectativas del núcleo familiar, han de desarrollar las estrategias precisas para poner a su disposición los medios necesarios de ayuda, colaboración y asesoramiento para conseguir su plena integración, a través de la cual, el entorno familiar sentirá paz y sosiego interior, permitiéndole de esta manera seguir sintiéndose importante. Por lo tanto, “abracemos” la singularidad de cada familia considerando que sus aspiraciones y requerimientos van a ser diferentes a lo largo de su estancia en la residencia. No debemos olvidar que el proceso de acomodación de la familia nunca concluye. En una organización que busque el bienestar de las personas no existen puntos finales.