6 de noviembre de 2015

La sexualidad en entornos residenciales: una cuestión de derechos y calidad de vida. Por Feliciano Villar




Presentación

   Este blog  cumple  su primer año. Quiero agradecer todas las visitas realizadas y especialmente los comentarios recibidos. Creo que es un buen momento para abrir este espacio a nuevas firmas que, sin lugar a dudas, enriquecerán  este espacio.

   Inaugura estas colaboraciones Feliciano Villar, profesor de la Universidad de Barcelona, quien lidera desde hace años una interesantísima línea de investigación sobre la sexualidad en personas mayores que viven en residencias. La sexualidad, aspecto fundamental en el desarrollo y bienestar de las personas, es un tema que tiende a ser ignorado en la vejez y, sobremanera, en los recursos residenciales. Incluso en las aportaciones procedentes del enfoque Atención Centrada en la Persona, hemos de reconocer que esta importante dimensión humana ha recibido una escasa atención.

   Muchas gracias Feliciano, por tu trabajo, por tu interés y por acercarte a La atención centrada en la persona, un camino por recorrer, permitiéndonos compartir tus reflexiones y conocimientos. Es un enorme privilegio tenerte aquí.
















La sexualidad en entornos residenciales: una cuestión de derechos y calidad de vida

Por Feliciano Villar, Universidad de Barcelona
 
   



    Al menos desde la adolescencia, la sexualidad es una dimensión muy importante de la vida, una fuente de placer, un espacio de comunicación e intimidad y un factor importante que influye en nuestro bienestar personal.
   Sin embargo, entre los prejuicios que tradicionalmente se han atribuido a la vejez y a los mayores, contamos con algunos referidos a su sexualidad. De acuerdo con estos estereotipos, la vejez es una etapa asexual, en la que la persona pierde la capacidad e incluso el interés en el sexo. Incluso cuando algunas personas mayores muestran abiertamente este tipo de intereses la tendencia es a pensar que es algo no apropiado o moralmente reprobable (¿por qué existen si no los ‘viejos verdes’, pero no los ‘jóvenes verdes’?).

    Los resultados de los estudios realizados en este ámbito desmienten estos prejuicios. Aunque la práctica sexual disminuye con la edad, una mayoría de mayores continúa disfrutando de su sexualidad hasta edades muy avanzadas. Además, se ha de tener en cuenta que el sexo no se remite únicamente al coito, sino que existen otras prácticas (masturbación, besos, caricias, etc.) que pueden tener un papel importante en la vejez, como también lo tienen en otros momentos de la vida. La presencia cada vez de manera más abierta de la sexualidad en la vejez probablemente se incrementará en las próximas generaciones, en las que la educación y los valores en relación al sexo ya fueron mucho menos restrictivos.

   

   Pese a ello, hay situaciones en las que la práctica de la sexualidad, o incluso el reconocimiento de los derechos sexuales de los mayores, se encuentran particularmente en entredicho. Una de ellas es la institucionalización, es decir, los mayores que viven en entornos residenciales. En estos casos, los impedimentos que los mayores encuentran para expresarse sexualmente, si así lo desean, son muy numerosos.

Barreras a la sexualidad de los mayores institucionalizados

   Algunas barreras con las que se encuentran los mayores que viven en residencia para expresar intereses y comportamientos sexuales tienen que ver con el propio diseño y organización de las residencias de personas mayores. Todavía hoy, las instalaciones con las que contamos tienen mucho de hospital, donde la norma son los pasillos largos y amplios para acceder rápidamente a las habitaciones, o las habitaciones compartidas, sin una adecuada privacidad y sin mecanismos para regular el acceso (pestillos, cartelitos de ‘no molesten’) que dependan del usuario. 

   Los mayores que viven en estas instituciones pasar la mayor parte del tiempo en zonas comunes, supervisados por profesionales y siguiendo muchas veces unos horarios y actividades estandarizados. En este tipo de contexto, continuar con la práctica sexual que uno desea, y que quizá únicamente supone continuar lo que ya se hacía antes del ingreso, es francamente difícil.

   Pero además de estas cuestiones de diseño y organización, las actitudes ante la sexualidad en la residencia también tienden a restringirla. Por una parte, las actitudes de los profesionales, quienes pueden ver en la expresión sexual de los mayores un problema que complica su trabajo y les provoca incomodidad (y por ello es mejor que no aparezca), o un motivo de burla o de cotilleo con los compañeros, sin respetar la intimidad de la persona mayor.


   Actitudes también de la familia, para quienes en ocasiones no resulta fácil aceptar que su padre o madre, por ejemplo, puede seguir teniendo una vida sexual activa y que tiene derecho a ello. A veces, además, los profesionales trasladan a la familia situaciones que quizá pertenecen exclusivamente a la intimidad del residente, y las familias se atribuyen decisiones para las que se debería contar con la persona afectada.

   Por último, también es necesario reconocer que las actitudes de los propios residentes tampoco siempre son siempre favorables cuando descubren o intuyen que un compañero o compañera expresa interés o comportamientos sexuales. El temor al qué dirán, o la presencia de prejuicios muy arraigados entre las actuales generaciones de mayores no ayuda a normalizar ese tipo de intereses y comportamientos.


   Estas dificultades para seguir mostrando de modo natural una dimensión humana fundamental en ocasiones llegan claramente a una violación de los derechos de la persona. Estos casos son particularmente frecuentes para ciertos colectivos de personas mayores institucionalizadas. Estamos hablando, por ejemplo, de los mayores homosexuales, gays y lesbianas, que en muchas ocasiones no tienen sólo que renunciar a su sexualidad, sino incluso han de ‘volver al armario’ cuando ingresan en una residencia, y ocultar su identidad sexual por temor a ser rechazados o estigmatizados.

   También supone un desafío la sexualidad de las personas con demencia. Algunas de ellas pueden mostrar comportamientos desinhibidos en relación al sexo, y determinar hasta qué punto la persona consiente o si hay riesgo de abuso, es complejo. Implica, además, ciertos problemas éticos cuya solución no debería ser, por defecto, restringir o impedir la expresión sexual y los derechos sexuales de estas personas simplemente en previsión de que pudiera haber algún problema.

¿Qué podemos hacer?

   Como podemos observar, hay mucho que hacer todavía en relación a este tipo de situaciones. Quizá en primer lugar debemos reconocer que la sexualidad no sólo está presente en muchas de las personas que viven en entornos residenciales, sino que es un derecho que no se pierde al entrar en una residencia.



  
  Pero además de esto, a nuestro juicio existen al menos dos tipos de medidas deberían tomarse para tratar esta cuestión. En primer lugar, formar mejor a los profesionales en cuestiones relacionadas con la sexualidad en la vejez, y con la sexualidad en entornos residenciales en particular, es fundamental. Hemos de tener en cuenta que son los profesionales (dirección, equipo técnico, auxiliares, etc.) quienes están en contacto directo con los mayores y deben asesorarles y apoyarles en relación con su sexualidad. Son ellos quienes, en último término, van a garantizar los derechos sexuales de los residentes. En segundo lugar, esta labor de los profesionales debe tener lugar en un entorno institucional adecuado. Así, hemos de avanzar hacia la presencia de políticas y regulaciones, por parte de la dirección de las residencias y de las instancias que las supervisan, que explícitamente recojan medidas para formar, informar, garantizar y promover los derechos sexuales de los residentes, así como la aceptación de la diversidad sexual dentro de las residencia, dentro de un contexto de respeto mutuo y convivencia.
   
   Reconocer la importancia de la sexualidad para las personas mayores que viven en residencia no es más que un elemento a incorporar en la atención centrada en la persona, con lo que supone de mejora en la calidad del cuidado y en promoción de una dimensión de la calidad de vida, la sexualidad,de la que frecuentemente nos olvidamos en la vejez.

Para saber más

   Por desgracia, los estudios sobre la sexualidad de los mayores institucionalizados son muy escasos. Además del interés y relevancia del tema, esta fue una de las motivaciones de nuestro grupo de investigación en la Universidad de Barcelona para iniciar una línea de investigación en este sentido.


   En español, el lector interesado puede profundizar en el tema a partir de las siguientes referencias:

  • Villar, F., Celdrán, M., Fabà, J. y Serrat, R. (2014). Regulación de la expresión sexual de los mayores ingresados en residencias. La visión de los profesionales. Revista Española de Geriatría y Gerontología, 49(6), 272-278.
  • Villar, F., Celdrán, M., Fabà, J. y Serrat, R. (2014). Staff attitudes towards sexual relationships among institutionalized people with dementia: Does an extreme cautionary stance predominate? International Psychogeriatrics, 26, 406-412.
  • Villar, F., Celdrán, M., Fabà, J. y Serrat, R. (2014). Barriers to sexual expression in residential aged care facilities: Comparison of staff and residents’ views. Journal of AdvancedNursing, 70(11), 2518-2527.

   En nuestro país, el tema de la sexualidad en la vejez también ha sido tratado por Félix López, profesor de la Universidad de Salamanca:

  • López, F. y Olazábal, J.C. (2005). Sexualidad en la vejez. Madrid: Pirámide.